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Cultură

Me trajeron a mi perro de Valencia para correr la Perrotón

Un joven participa en la Carrera Solidaria por la Adopción y Tenencia Responsable de Mascotas en Madrid. Como no tiene perro, sus padres se lo traen de Valencia.

Violeta (mi novia) se puso muy pesada con lo del Perrotón. Lo descubrió el año pasado y le pareció la mejor idea del mundo. Llevaba dando por saco desde antes de verano y hacía como seis meses que estábamos ya apuntados a la carrera. Incluso se las apañó para convencer a mis padres para que se vinieran desde Valencia con el perro. Mi perro se llama Morgan y es un beagle.

El día previo a la carrera, los organizadores nos dieron una camiseta con dorsal, una bolsa con pienso, una barrita energética, una botella de agua, folletos informativos muy locos y una gorra preciosa a juego con el pañuelo para el perro. Aquella noche la pasamos casi sin dormir, con muchos nervios por la emoción de recorrer al día siguiente las calles de Madrid con nuestro chucho, y amanecimos inquietos (sobre todo Morgan, que no entendía nada). Cuando llegamos al punto de encuentro había un montón de gente que había madrugado para coger sitio y participantes que llevaban carteles de “Excálibur Justicia” y algunos otros lemas reivindicativos pegados en sus mochilas.

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Cuando llegamos a la plaza de Colón, había una enorme multitud reunida debajo de la bandera de España y hordas de mascotas salían de la estación de los cercanías y de las calles que daban a la plaza. Había más de 2.500 perros y curiosamente los dueños fueron agrupándose por razas. Nosotros nos juntamos con los beagles de la Comunidad de Madrid. Había un buen rollo impresionante, pero del de verdad. No hubo ni un solo lío entre perros, como mucho algún ladrido. La imagen de 2.500 perros oliéndose el culo y de mierda canina por doquier era impagable. Yo no pisé ningún ñordo, pero Violeta no tuvo tanta suerte.

Cuando empezó la carrera lo único que podías hacer era trotar. Había algún motivado que corría de verdad y se veía que quería ganar pero la mayoría nos conformábamos con no tropezarnos en medio de todo el follón. Especialmente con las correas llegadas del futuro que llevaban algunos, con arneses y gomas que se estiraban. Ni el mismísimo Jesús Calleja lleva elementos tan complicados para escalar. Yo a Morgan lo llevaba de la mano.

Como todo buen evento madrileño, si te fijabas un poco podías ver a algún famosete por ahí. El speaker de la movida era Frank de la Jungla -yo soy fan, lo reconozco- que todo el rato insistía en que los amantes de los animales tenemos una sensibilidad especial. Muy políticamente correcto. La otra estrella mediática era David Meca que iba maquilladísimo.

Alrededor de la carrera había mil japoneses alucinando y gente sin perros sentados en unas gradas. La sensación general que me transmitía la carrera era similar a la de una San Silvestre o cualquier maratón popular, es la misma filosofía, aunque con perro. Te sientes parte del grupo y es todo muy César Millán, en el sentido de pertenecer a la manada: galgos con faldas y perretes con camisetas recortada de ‘Contrachapados Martínez de Leganés’, animales mejor vestidos que Froilán, ciudadanos random pasando por ahí y algún que otro punki-skineto-perroflauta codeándose con familias felices, niños y señoras. Todo el mundo feliz y haciéndose fotos para el recuerdo.

Al final hubo una entrega de premios. Las categorías eran del tipo “pareja de amo y perro más guay” (ignoro bajo qué criterios), “amo y perro igual vestidos”… cosas así. El objetivo final de muchos que andaban por ahí era llevarse pienso a toneladas. Los perros al fin pudieron relajarse en unos bebederos que habían instalado, y eso que había una música bakalao-fiestón insoportable para el oído humano. A ver, no creo que se lo pasara mal, pero cuando volvíamos a casa, Morgan me miraba muy serio como diciendo “¿qué coño hemos hecho?”. Que conste que soy un defensor absoluto de esta iniciativa. Creo que la deberían hacer más a menudo y también en otras ciudades de España, pero no sé si acabo de estar de acuerdo con todo lo que vi allí. Me refiero sobre todo a algunos dueños. Al final un perro es un perro y poner a tu golden retriever a posar para la foto delante de los escaparates de las tiendas pijas del barrio de Salamanca, quizá es un poco demasiado.