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Comida

Pasé una semana comiendo por un euro al día

¿Es posible? ¿Es sano? ¿Es recomendable? Preguntas que obtendrán su respuesta aquí y ahora.

El euro, ese amigo fugaz. No se confundan, no me estoy refiriendo al euro como divisa, en este caso estoy hablando de la moneda, del objeto circular, de ese representante del valor mínimo (si es que me lo permiten las simpáticas monedas de color cobrizo). El euro como unidad básica, el euro como oferta de supermercado, el euro como miseria y el euro como forma de vida. Amigos, los españoles estamos hundidos en la cultura de la pobreza, atrapados en la áspera espalda de la serpiente infinita que se come a sí misma. Pobres, comprando cosas de pobres y enriqueciendo un sistema de pobres.

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Y es que los delfines no son peces, la madera arde y el hombre está hecho para sufrir. Es por eso que el euro nos define, forma parte de nuestra tesis existencial. Nos agarramos a la moneda como si fuera la última rama que nos queda antes de caer al vacío. En esta sociedad, entonces, ¿es posible vivir con el valor mínimo con el que nos han marcado a modo de letra escarlata? Desde VICE -más concretamente desde nuestra redacción de marfil edificada en la ciudad portuaria de Barcelona- decidimos encomendarle a un redactor (un servidor) la difícil y valiente tarea de sobrevivir durante una semana consumiendo un solo euro al día.

Estas eran las reglas del juego:

1)     Un euro al día como límite (puede ser menos pero no más).

2)     El dinero se consume el mismo día. No es lo mismo un euro al día que siete euros a la semana (eso lo hace cualquiera).

3)     Comida no acumulable. Cada día productos nuevos. No se puede comprar un paquete de arroz y aprovecharlo el resto de la semana. En todo caso se tendría que volver a comprar otro paquete nuevo de arroz.

4)     La variedad será bienvenida.

5)     Las monedas resultantes del cambio no se pueden aprovechar para el día siguiente. El dinero es caduco, muere al día siguiente.

6)     Cualquier comercio es lícito para poder invertir el euro.

7)     Se permite el uso de azúcar, sal, aceite y este tipo de complementos. También el uso de fogones y electrodomésticos. Joder, y de platos, cuchillos, mesa, etc. Tampoco hace falta comer en el suelo con las manos.

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La dificultad de todo el asunto residía en poder lograr almorzar y cenar con lo que puede aportar la simpática moneda de un euro. En mi caso, el desayuno y, por supuesto, la merienda ya hace años que dejaron de formar parte de mi vida así que no supuso ningún problema ignorarlos para poder adaptarme a estas nuevas normas. Dicen que el desayuno es la comida más importante del día, pues bien, si lo fuera la gente no se limitaría a comer putos cereales y café, en todo caso apostarían por una dorada al horno o un fricandó, digo yo. Así que esta teoría cae por su propio peso. Además, pocas veces me levanto antes de las 12 del mediodía; problema solucionado.

La foto quedaba más bonita con la sopa en el sobre que cocinada y servida en el plato. Lo mismo con la berenjena. Uno siempre busca la belleza.

Día #1

Uno se despierta animado, con ganas de empezar este "proyecto". La vida se sostiene gracias a este tipo de objetivos a corto plazo. Los resultados inmediatos son más débiles que los que se han forjado a base de años de esfuerzo pero resultan francamente gratificantes para alguien que lo único que espera en la vida es poder ser enterrado con ropa.

Desde el momento en que mi jefe -don Juanjo, el del despacho de arriba que tiene aire acondicionado y un par de chimeneas (¿?)- me dijo de hacer este artículo empecé a pensar en menús compatibles con mi nueva economía. Si bien es cierto que debido a mi pasado de extrema pobreza me considero casi un profesional del gasto mínimo (*durante esos años me refería a eso de comprar por muy poco como "el juego del euro" para que no fuera algo tan duro de aceptar por parte de mi hija, como en la peli esa de "La vida es bella") casi nunca me había encontrado con un presupuesto tan limitado, sobre todo con esas reglas tan crueles que he listado más arriba.

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Felizmente, ese primer día me dirigí a mi supermercado de confianza, el Dia, y fui directo a uno de los productos que tantas veces me ha salvado la vida en momentos, digamos, "delicados", sobre todo después de ese divorcio. El menú del primer día consistió en un apetitoso sobre de "ave con fideos" (0,45 €) y una berenjena (0,28 €). El precio total del buffet fue de 0,73 €. Joder, el primer día y ya empezaba con excedentes. A partir de ahora esta empresa empezaría a crecer como una jodida "puntocom", beneficios a raudales. En fin, el cambio -como estipulan las reglas- no era acumulable así que el dinero sobrante no me serviría de nada. La mejor opción es intentar aproximarse al máximo a la cantidad de un euro, cual bola de petanca hacia el boliche.

Lo más importante era pensar en productos que pudieran aprovecharse para un mínimo de dos comidas diarias y, realmente, de ese sobrecito uno puede sacar un litro de líquido (o más si se le echa más agua); el equivalente a dos señores platos de sopa. Tenía la opción de coger otra sopa llamada "Pollo con fideos" pero lo de "ave" me pareció más sofisticado y saludable. Consumir tanto líquido en un solo día aporta una hidratación epidérmica (sobre todo en el cutis) espectacular. Pese a ser un producto de mierda (un caldo muy salado convertido en polvo), mi estómago no se sintió resentido, digamos que como buen ejemplar de humano del siglo XXI estoy totalmente adaptado a este tipo de comida desestructurada.

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La berenjena -y la verdura en general (que no la fruta, que es un manjar de pijos)- es el mejor amigo del hombre pobre: con esa mierda puedes alimentar a esos siete hijos que tienes viviendo en Eslovenia y que ni sabes que existen. La berenjena la hice a la plancha (no gasté ni aceite), comida sana y libre de grasas, mi figura ya me lo está agradeciendo.

En cuanto al apetito, quedé bien saciado. Realmente no fue algo demasiado distinto de lo que acostumbro a comer cada día. Joder, intentaré ser más breve en las explicaciones de los siguientes días. Perdónenme, es la emoción.

"La corona del rey", así bauticé a este plato.

Día #2

Menú Mesón Rodellar

Primer plato: Lentejas con aceite y sal.

Segundo postre: Pelotazos.

Postre o café: No

Agua de grifo

Precio: 0,79 €

El segundo día pintaba bien. Las expectativas estaban altas después de un primer día sembrado de éxitos. Me dirigí de nuevo al Dia a adquirir cosas para meterme en la boca y, posteriormente, expulsar por el recto (¡así es la vida, chicos!). Un clásico de la comida de gente sin dinero son las legumbres. Un surtido amplio de opciones se despliega frente a los ojos pasmados del sediento de hambre: lentejas, garbanzos, alubias y sueños, muchos sueños. Adquirí las lentejas precocinadas (0,49 €) ya que las crudas se me iban del presupuesto. (Más tarde, en el Lidl, descubrí una oferta de bote de lentejas a 36 céntimos y me vine abajo). Solamente me faltaba algo para acompañarlo. Tirar de otra verdura calentada con destreza sería algo demasiado fácil. Este reto empezó por el mero hecho de encontrar emociones fuertes, no me podía permitir rendirme frente a la solución más cómoda. Busqué por todas las estanterías y realmente fue difícil encontrar algo que costara 51 céntimos de euro o menos. Después de vagar durante 20 minutos por el supermercado con un bote de lentejas en la mano -bajo la extraña mirada de los trabajadores ahí presentes- al final me decanté por un elemento que hizo posible uno de los platos más espectaculares de este artículo: una bolsa de Pelotazos. Esta bolsa proporciona una cantidad bastante generosa de snacks salados por un módico precio (de los más baratos del mercado en cuanto a bolsas de patatas de tamaño pequeño se refiere). Y sí, he utilizado la palabra snack.

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Pese a no quedar tan satisfecho como el primer día, el menú logró que sobreviviera un día más en la Tierra. Está claro que en un bote de lentejas la cantidad de materia comestible queda un poco justa para dos raciones, aún así, los Pelotazos hicieron el trabajo sucio de saciar mi cerebro a base de grasas saturadas y azúcares.

Pol Rodellar, un tipo sano.

Día #3

Los dados ya estaban dando vueltas sobre la mesa, el juego había empezado. Ahora solamente faltaba esperar el resultado. ¿Podría seguir apostando en el juego de la vida? ¡Claro que sí! El tercer día me quise tomar las cosas de forma positiva, darle un giro al artículo, sacar algo positivo de todo esto. Darle un puñetazo (simbólico) a mi jefe. Me dirigí a una verdulería y compré varias patatas, zanahorias y cebollas y por menos de un euro (97 céntimos) fabriqué un delicioso puré de verduras. La cantidad resultante fue espectacular, podría haber vivido varios días con esa mierda, podría haberme bañado en puré. Podría haber pintado mi piso con puré. La verdad es que después de comerlo por segunda vez terminé hasta las pelotas. Es verdura y nuestro cuerpo lo agradece pero es un puto coñazo de comida. Preséntame a un apasionado del puré y te señalaré a un jodido amargado de la vida.

La serpiente roja recién cazada. Quedan pocos ejemplares en España.

Día #4

Joder, el día de la chistorra. Por 99 céntimos de euro decidí comprarme un trozo de chistorra de un metro y pico. Mi cuerpo necesitaba carne y no puede negarme a esa espectacular oferta. El resultado fue desastroso. Mientras la freía, esa bestia empezó a producir una extraña telaraña a su alrededor; era la cobertura de la carne que se estaba desprendiendo. La serpiente roja logró que mi cocina y un servidor apestaran a chorizo todo el día, nada demasiado rocambolesco para alguien que, a sus 33 años, acaba de descubrir qué significaba la palabra "gentilicio".

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Por primera vez en esta semana el plato me pareció demasiado "poca cosa". Su intensidad y terror no camufló el hecho de que, realmente, era poca comida. Al tumbarme en la cama noté como mi estómago me pedía más alimento. Allí, desplomado en la cama, empecé a preguntarme qué coño estaba haciendo con mi vida. Y no pensé en referencia a lo de este artículo y a comer por un euro si no a qué coño hacía un tipo de mi edad (probablemente en la mitad de su existencia) perdiendo el tiempo en Barcelona en vez de estar en Hollywood bañándose en litros de Moët & Chandon y mandándole whatsapps "picantes" totalmente borracho a una ya envejecida Natalie Portman.

Una bolsa de croquetas puede convertirse en algo realmente divertido.

Día #5

Ese día estuve un poco liado (papeleo, facturas, tatuarme una mancha negra encima de esa parte del brazo donde antaño me tatué "Ariadna",…) y no quise complicarme demasiado la vida. Tenía la opción de los noodles de gambas (lo más cerca que nunca he estado del puto océano) pero una compañera del curro (lo llamo "curro" como si me dedicara a cargar cajas en el muelle a las 6 de la mañana) me recomendó las croquetas de pollo del Lidl (0,99 €). Hay una cantidad extrema -18 ejemplares- por lo que pude comer y cenar sin problema. Eso sí, estas pequeñas hijas de puta absorben MUCHO aceite por lo que luego te quedas un poco triste y cansado. El menú del día sació mi apetito completamente y el día se convirtió en noche y la noche en día de nuevo sin que tuviera que abandonar mi cuerpo mortal.

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Aquí estoy yo con "las relieve". La foto la hizo mi hija (por eso estoy agazapado) que bueno, no tiene ni puta idea de hacer fotos. No sabe ni pasar las fotos al PC. Tuve que hacerlo yo.

Dia #6

Era sábado y tenía que pasarme todo el día fuera de casa, lo llaman vida social. Para evitar tener que ir por la vida con un tupper lleno de arroz cometí el error más flagrante de esta pequeña aventura culinaria. Me dirigí a mi Lidl de confianza y adquirí unas galletas llamadas "Relieve" (0,99 €). Me encanta la sinceridad con la que te trata esta franquicia alemana, realmente esas jodidas galletas tenían un relieve destacable. En la caja ponía que contienen "la energía necesaria para empezar bien el día" (también ponía "A energia necesária para começar bem o dia") y joder, que me aspen si lo que yo necesitaba no era empezar y terminar BIEN el día. Con ese paquete pretendí aguantar toda la jornada pero la verdad es que a la hora de almorzar ya estaba hasta las pelotas de galletitas (la idea era ir "picando" todo el día y desprenderme de esa idea ancestral y caduca de tener que depender de esos dos rituales gastronómicos que estructuran nuestra agenda). Durante este sexto día cometí lo que se podría considerar la única "trampa" efectuado durante este proyecto, ya que esperé a que llegaran las 12 de la noche para comer un poco del manjar que me esperaba al día siguiente. Entendedme, ya era oficialmente el día siguiente y me estaba muriendo de hambre. Uno tiene que conocer sus propios límites. Somos seres mortales, esta es nuestra bendición y nuestro infierno.

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Pan y Carne. Carne y Pan. El dúo cómico más famoso de Torrelavega.

Día #7

Ya llegamos al final de nuestro viaje. ¿Habrá valido la pena? ¿Es más importante el camino o el destino? Eso, amigo lector, lo vamos a descubrir en breves instantes.

La comida que tenía preparada para el domingo era una barra de pan estilo "baguette" (0,35 €) y un paquete de salchichas con queso (0,59 €), todo del Lidl. No tenía la barra entera ni tampoco todos los cilindros de carne debido a que el hambre del día anterior me había obligado a robar a mi "yo" del futuro un poco de comida (menuda moraleja). De todos modos todavía había suficiente material para sentirse satisfecho. Para darle un toque más jovial utilicé -con el permiso de los lectores- unos sobres de ketchup y mostaza que adquirí gratuitamente el día anterior en el McDonalds (mi "yo" del pasado pensando en mi "yo" del futuro, bien jugado). Desde que ya no trabaja con Heinz, esta empresa de comida rápida ha perdido puntos. Fue un craso error dejar que Burger King adquiriera la exclusiva de la marca de salsas.

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Terminada la semana, el cómputo quedó así:

Lunes: 0,73 €.

Martes: 0,79 €

Miércoles: 0,97 €

Jueves: 0,99 €

Viernes: 0,99 €

Sábado: 0,99 €

Domingo: 0,94 €

Excedente: 0,60 €

Si bien es importante tener en cuenta que vivimos en un país en crisis donde existe una tasa alarmante de desnutrición infantil y muchas familias tienen que apañarse con mucho menos de un euro al día, lo más triste de todo es ver como estamos inmersos en la cultura del euro (fíjense ustedes en esta noticia) que lo único que hace es tolerar y aceptar este nivel de pobreza de las familias. Antes que intentar solucionar los problemas de raíz, alabamos y apoyamos la cultura de la pobreza. Tenemos a la moneda como tótem mesiánico que nos guía y nos permite vivir. Es el peso de una espiral infinita que no nos permitirá nunca abandonar este sistema de esclavitud. Tanto es así que, sí, es posible vivir con un euro al día y todo apunta a que mañana lo será aún más. Que sea algo sano y permita vivir decentemente ya es otra cosa totalmente distinta.

*Es broma joder. ¿Qué coño os pensabais?