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Weng Weng, la versión de bolsillo de James Bond

La estrella de cine filipina con mayor reconocimiento internacional es un enano de 82 centímetros que se convirtió en la réplica filipina de James Bond. El director cinematográfico, Andrew Leavold, lo buscó durante 20 años y resultó en un documental.

Imagen cortesía de Firefly Entertainment.

Resulta sorprendente y raro que la estrella de cine filipina con mayor reconocimiento internacional sea un enano de 82 centímetros. Cuenta la leyenda que Ernesto de la Cruz era tan pequeño que pasó los primeros seis meses de su vida en una caja de zapatos. En la década de 1970 entró en la floreciente industria cinematográfica, donde lo bautizaron como “Weng Weng” y lo convirtieron en la réplica filipina de James Bond.

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Durante la década siguiente, las películas de Weng Weng se convirtieron en el producto de exportación de mayor éxito del país. Lamentablemente, ese éxito no siempre se tradujo en un tratamiento de estrella, por lo que Weng Weng terminó desapareciendo de la escena pública y sólo se le recordaba como un personaje de culto de los remotos confines de la subcultura del cine de los 90. Fue entonces cuando el director cinematográfico y propietario de un videoclub Andrew Leavold descubrió la producción Bruce Linito, Agente 003 y ½ (1981), protagonizada por Weng Weng. De inmediato quedó obsesionado y quiso saber más sobre la historia de esta estrella.

Los antecedentes de Weng Weng, sin embargo, resultaron ser un hueso duro de roer. Andrew tuvo que pasar 20 años siguiendo el rastro a especialistas de cine retirados, productores de pacotilla y algunas lápidas para encontrar a su hombre. Hace poco hablé con él para que me contara sobre el resultado de su búsqueda: un documental titulado The Search for Weng Weng (En busca de Weng Weng).

Imagen cortesía de Firefly Entertainment.

VICE: ¿Cuál fue tu reacción al ver Bruce Linito, Agente 003 y ½ por primera vez en la década de 1990?
Andrew Leavold: Bueno, a los pocos segundos de que empieza la película, se ve una versión de 82 centímetros de Sean Connery con una pistola e inmediatamente piensas, ¿Qué chingados estoy viendo? Te sumerges en un universo alternativo en el que se ha dado la vuelta por completo a las normas que dictan qué es lo correcto y decente. Luego empiezas a darte cuenta del doblaje tan raro, y yo soy fan de los doblajes de mierda.

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¿Qué tiene de bueno el doblaje?
Éste tenía las voces de Peter Lorre y un toque de Humphrey Bogart. Parecía ser en parte consciente de lo absurdo que sonaba. Obviamente, los actores de doblaje estaban en un plano totalmente distinto al de los realizadores. Nunca he podido descifrar el misterio del personal de doblaje, pero creo que fue obra del equipo de Dick Randall en Roma, ya que no se nota ningún deje asiático en las voces. Sería un grupo de estadunidenses borrachos y fumados que improvisaban sobre la marcha. Así es como Dick Randle dobló todas sus películas.

Es curioso que digas que Bruce Linito, Agente 003 y ½  sea consciente —o al menos los actores de doblaje— de lo absurdo de la cinta, porque hay gente que no está segura de si es una parodia o no.
Recuerdo una conversación con el hijo de Tony Ferrer, esa pequeña y extraña criatura llamada Falcon, quien insistía en que las películas de su padre no eran comedias, que eran películas de acción serias. Yo le pregunté, “¿No te parece un poco absurda la imagen de Weng Weng corriendo de un lado a otro y dándole patadas a la gente en las pelotas?”, a lo que él contestó, “¡No, es una película de acción seria!”. Pero la verdad es que, en cierto modo, son películas muy graciosas, producciones tontas y exageradas, realizadas en las décadas de 1960 y 1990 en Filipinas. Por otro lado, se aprecia una clara parodia en clave filipina de James Bond: Agent X44.

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Y no puedes obviar el hecho de que se trata de un enano haciendo escenas de acción de James Bond.
Exacto, no es fácil pasarlo por alto. Es absurdo y una locura, pero hay algo en esas películas que brilla con luz propia, y es el extraño e inexplicable personaje de Weng Weng. Creo que hace falta tener el ojo educado para apreciar el talento de Weng Weng. Cuando logras conectar con él, conectas muy profundamente, ya sea porque te has embarcado en una odisea permanente para buscar más información sobre su vida y obra o porque has empezado a soñar con él. Yo llevo años recopilando sueños sobre Weng Weng de la gente.

Imagen cortesía de Firefly Entertainment.

Cuando empecé a ver tu documental, pensé, Dios, otra producción alternativa rara, pero luego descubres que entrenaba muy duro y que él mismo hacía las escenas de acción. ¿Hay algo más en esa aura magnética que desprende el actor?
También está su innegable talento en las escenas de acción y con el karate, pero hay algo más. Desprende un extraño carisma mutante. Al principio te parece raro, pero acabas conectando profundamente con él, enamorándote de él, conmovido por su trágica y agridulce historia.

Tu documental empieza como queriendo decir, “¿No es gracioso y chingón que un enano se convierta en estrella de cine?” y luego da un giro y pasa a ser una historia sobre la explotación. ¿Hubo un momento en que te diste cuenta de que ese era el hilo conductor?
Sí, cuando estuve en una cafetería con el director de la película, Eddie Nicard, y un grupo de especialistas de escenas peligrosas. Preguntaron, “¿Qué pasó con el dinero?”, y Nicard respondió, “No había dinero. Nunca nos pagaron. Nunca pagaron a Weng Weng”. Uno de los actores, Rusty Santos, se giró y dijo, “¿Qué? ¿Que Weng Weng no llegó a disfrutar de su dinero? Muy mal”. A continuación miró directamente a la cámara. En ese momento me di cuenta de que los productores habían traicionado a Weng Weng. Era una estrella del cine de explotación a quien también habían explotado.

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¿Qué sentiste cuando supiste que habían timado a Weng Weng?
Me sentí muy mal por él. Hasta aquel momento, como todo el mundo, había oído al editor comentar que Weng Weng estaba muy mimado y que lo trataban como a un príncipe. No tenía ni idea de que la verdadera historia era mucho más siniestra. A medida que ahondaba en la investigación, quedaba más desolado por la historia. Quise transmitir ese sentimiento de ser consciente en todo momento de la fragilidad de Weng Weng y también la traición de los productores, los Caballes, quienes no estaban por la labor.

Weng Weng en Cannes. Imagen vía Death Rides a Red Horse.

¿Qué les pasó a Peter y a Cora Caballes?
Peter murió seis meses después de que empezara a intentar localizarlo. Cora me desafió por televisión a que fuera a entrevistarla a California, así que acudí con mi colaborador, Daniel Haig. Estuvimos tres semanas en Hollywood, llamándola por teléfono cada día, pero siempre saltaba el contestador. Existe un enorme hueco en medio de The Search for Weng Weng, que corresponde a la ausencia de Cora.

Entonces, tenemos la historia de la explotación que sufrió Weng Weng y el testimonio de un docente que asegura que sus películas son “premodernas” y no son políticamente correctas en los tiempos que corren. ¿Crees que aún así deberíamos ver las películas de Weng Weng?
Totalmente. Puede que lo hayan explotado, pero no ocurre eso con cada personita que entra en la industria del cine. No se puede condenar al anonimato a todos los enanos basándonos en si los han timado en algún momento. Durante mi primer viaje a Filipinas, fui a un restaurante de enanos llamado Hobbit House y entrevisté a algunos de sus meseros. Les pregunté, “¿Alguna vez tienen la sensación de que los están explotando?” ,y respondieron, ”En absoluto. La gente no nos ve como unos freaks, sino como alguien especial”. Creo que las películas de Weng Weng ocupan ese lugar hasta cierto punto, no por el aspecto del dinero, pero si le miras la cara, verás que se lo está pasando muy bien, igual que el público, si va a ver las películas para pasarlo bien y entretenerse un rato.

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¿Por qué los enanos estrellas de cine fascinan tanto a la gente?
Desde la óptica de un occidental, supongo que se trata de que son “diferentes”. Casi entras en el terreno de lo tabú si piensas en elogiar las cualidades físicas especiales de una persona, pero no deja de resultarnos fascinantes las deformaciones o los extremos en cuanto a estatura, peso y edad. Creo que siempre hay una parte infantil en nosotros que se regocija en lo que es distinto y que la sociedad suprime cuando nos hacemos mayores para convertirnos en seres autómatas del mismo tono de gris. Los filipinos, por otro lado, consideran a los enanos casi seres de otro mundo, parecidos a lo que ellos llaman duwende.

Weng Weng con su familia. Imagen vía Death Rides a Red Horse.

Cuando aún vivía, la comunidad de Weng Weng lo llamaban “Santo Niño”, por el “milagro” de su nacimiento y por el hecho de que vivió seis meses en una caja de zapatos. ¿Ese estatus de santo es solo una leyenda urbana?
Yo siempre había pensado que lo era. Pero hace dos semanas proyectamos mi documental en el exterior de su casa y tuve oportunidad de hablar con alguien que vivía a dos puertas de la suya. Le pregunté por lo de Santo Niño y me respondió: “Él me curó”. “¿Cómo dices?”, repliqué. Me explicó que una vez se había roto el brazo y que Weng Weng se puso a rezar con una botella de aceite en la mano, que luego le aplicó en el brazo. Un par de días después ya estaba curado. “¿Te curó Weng Weng?”, le pregunté. “Todos pensábamos que había algo especial en él”.

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