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Cultură

Fui en ácido a despedir a la Selección Mexicana

El papel con LSD tenía que caer justo antes de subirnos al metro. Sí no, no me va a tronar llegando al Estadio Azteca.

Recuerdo haber hablado con mamá semanas antes de meterme este cuadro, tratándo de explicarle por teléfono de qué trata el LSD, intentando justificar mi vicio con cálidas odas a sus propiedades milagrosas que ayudan a pensar con claridad y ver el mundo a mil revoluciones por segundo, además de dos tres jaladas estilo Aldous Huxley conoce a Javier Batiz durante una peda random en el Zacazonapan de Tijuana. Lo venía anunciando, sí. Lo venía esperando, obvio. La idea de pasar una tarde de ácido en el estadio con más juegos de Copa del Mundo, mientras el equipo de casa se despedía con un partido sold out que prometía goles y pasión, se escuchaba deliciosamente seductora. Un festín para la mente disfrazado de fútbol —o disfrazado del negocio del deporte— acompañado de cervezas y porras con la banda. Tú ponle nombre.

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Para llegar al Estadio Azteca, partiendo de la colonia Roma, primero se toma la línea azul del metro hasta la estación de Tasqueña. Una vez ahí, tus opciones de transbordo se dividen: puede ser en taxi, la aventura apocalíptica de viajar en pecero o el tren ligero. Decidimos viajar en la última opción.

El papel se había disuelto bajo mi lengua unos 25 minutos atrás y conforme el tren ligero avanzaba rumbo al estadio, los fanáticos uniformados de verde, rojo y blanco, comenzaban a fundirse con los últimos rayos morados del atardecer que lograban colarse por las ventanas del vagón que zumbaba a toda velocidad sobre los techos de los barrios recién llovidos de la Ciudad de México. El tren avanzó sin hacer paradas en otras estaciones, directo hasta el Coloso de Santa Úrsula.

“Es la primera vez que vengo a un juego de la Selección y la segunda que visito el Azteca”, le digo emocionado a Alex, el otro miembro de esta misión, encargado de velar por mi seguridad y evitar que me deshaga de mi ropa a la mitad del primer tiempo y corra desnudo por la cancha del estadio al calor del ajo. Me escucha de reojo mientras buscamos la salida del metro que nos lleva al portón de entrada del estadio. Caminamos sobre el puente peatonal más largo de la historia, entre puestos improvisados que venden bara bara esperanza disfrazada de parafernalia pambolera. No falta el niño gordito consentido de mamá que chinga y jode bufando y berreando, pataleando y chillando porque quiere 'la verde'. Pinche niño, “cállese a la verga”, le grito en mi mente. Me río solo. Comienza a tronar.

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“Aquí te dejo mi mochila, pero cuidado porque traigo la lap y el iPad adentro”, dijo nadie nunca al llegar a este puesto.

Este compa me tomó una foto para el Reforma pero no me dijo si era para la versión impresa o el sitio de internet. Si la ven, compartan.

Y luego esta águila mariguana.

Éstos somos Alex, Aguilín y yo con un halcón de Harris sobre mi hombro y sí, estoy sosteniendo la Copa del Mundo porque así es como rolamos los pesados.

Si llegas temprano, la caminata del pasillo de entrada hasta la cancha es hermosa. La humedad del oscuro tunel de concreto le da el toque perfecto para simular la sensación de estar saliendo del útero de tu madre, pero opuesto a estar bañado en placenta con el cordón umbilical todavía conectado, sales directo a la grada de tus posibilidades. Los polis de la entrada aseguraron que de los 100 mil boletos disponibles para el juego, no quedó uno sólo a la venta.

Para el estrés de ver el juego desde palco, algunas marcas te invitan de tomar, comer y desahogar tus penas con una masajista. Son exclusivas y por invitación, pero puedes pasar si le guiñas tres veces con el ojo izquierdo a la modelo polaca que llegó a nuestro país para cumlplir su sueño de ser edecán.

Éste soy yo dándome un minuto después de un masaje fallido. Este también soy yo rosheando al máximo después de pasar un rato con mi nuca siendo acariciada por una completa extraña en medio de un estadio de fútbol.

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De vuelta al juego.

Lo reconocí por la joroba, la neta, padre.

La despedida de un ídolo del pueblo.

¡Gol! 1-0.

Un elemento de seguridad nos muestra orgulloso su video del primer gol del partido.

El show de medio tiempo estuvo a cargo del primo de Pitbull.

El único mexicano que iba perdiendo al final del primer tiempo.

Como novato en este pedo de los estadios de futbol, es difícil no reflexionar un par de segundos sobre la suavidad con la que fluye un lugar con más de cien mil almas y que existe casi por espontaneidad durante tres horas cada que juega el Tri. De un lado escuchas cómo el vendedor de cheves nunca regresó con el cambio, mientras que del otro, un joven que intenta trepar entre los asientos de las gradas se disculpa y le pide reponer la cerveza que pateó por accidente a aquel otro extraño hecho su hermano de armas mientras siga portando la playera verde de su selección.

El segundo gol del partido llegó casi al mismo tiempo que el minuto 63'. Para los fans, el miedo de que el equipo local pudiera perder, desapareció por completo, dando paso a una noche lluviosa y un final que alimentó silenciosamente ese sueño de algunos que este mundial México por fin conquistará el campeonato.

El tiro de gracia de México a Israel se celebró con una lluvia de cerveza que cayó como cascada desde las áreas superiores del estadio. Tres a cero fue suficiente para que la gran mayoría comenzara su retirada. Bajo la premisa de que 'el que se quede es puto', niños, mujeres y hombres llenaron durante varios minutos los túneles de salida. Cantaron 'Cielito lindo' sin parar hasta que el estacionamiento les recordó la hora de volver al mundo real.

“No, a mi la neta me vale verga, un año más de fuchito y me retiro, paps".

Quizá la importancia no radica en el fútbol, sino en el hecho de que alguien de tu equipo, de tu gente, se encuentra cerca de la grandeza y que para fortuna tuya, estás ahí con él, apoyándolo, pensando que sí se puede y que se puede de verdad.

Finalmente, Piojo Herrera, no te vi ayer, pero ojalá algún día me puedas contestar qué se siente que tu meme del sayayín sea uno de las más famosos en la historia del internet nacional. Gracias.