El director estrella de Uganda
Residentes de Kampala, Uganda, vienen a ver los personajes provenientes de la imaginación de Isaac Nabwana —caníbales, comandantes, maestros del karate, chamanes— frente a la green screen hecha a la medida de su estudio. Fotos por © Frédéric Noy/Cosmo.

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El director estrella de Uganda

Un cineasta desplaza a Hollywood con sus películas de acción de bajo presupuesto.

A finales de 2011, Alan Hofmanis se encontraba sentado frente a su amigo en un bar en East Village, en la ciudad de Nueva York, mientras intentaba descifrar qué haría de su vida. Dos días antes, su novia lo había dejado justo después de que él le comprara un anillo de compromiso. Antes de eso, Alan, de 41 años, había pasado más de la mitad de su vida trabajando en películas, pero no había seguido un camino claro, sino que se sumergió en la fotografía, dirección de arte y edición de sonido. A los 17 tuvo que dormir en una estación de metro en Queens para poder ser ayudante de asistente de personal en un programa de televisión. En sus veintes manejó a las Montañas de Adirondack y durmió en su coche durante un mes para poder ser parte del Lake Placid Film Festival. Eventualmente comenzó a organizar festivales de cine por sí mismo, pero siempre con un sentimiento de inquietud. Ahora, mientras se acerca a los cincuenta, no tiene un objetivo profesional, tiene poca experiencia con la tecnología digital y no tiene novia.

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Con la esperanza de poder animar a Hofmanis, su amigo, un empleado de una ONG que pasó un rato en Uganda, sacó su smartphone y le enseñó el tráiler de una película llamada ¿Quién mató al Capitán Alex?, producida por Isaac Nabwana, fundador de la primera productora de películas de acción en Uganda, Ramon Film Productions (RFP). Hecha con unos doscientos dólares, es una película de locos en la que vencen a una despiadada banda de narcotraficantes llamada la Tiger Mafia usando artes marciales y una gran variedad de armas. Cuando reciben un disparo, los personajes expulsan sangre generada a computadora y parece videojuego. Esto le recordó a Hofmanis a un Buster Keaton africano.

"Cuando examinas una película, particularmente una de la que no sabes nada, hay dos cosas a las que debes prestar atención", dijo Hofmanis: "A qué están tratando de hacer y cómo lo hacen. Frecuentemente puedes ver algo que está muy bien hecho pero que no es muy interesante. Lo que buscamos es exactamente lo opuesto".

Después de ver cincuenta segundos del tráiler, Hofmanis decidió ir a Uganda. Tenía 16 mil dólares ahorrados; además del doble de eso en un crédito, tenía acumuladas muchísimas millas de viajero, así como bastantes días de vacaciones de su trabajo como programador de películas. Esa noche compró un boleto a Kampala, la capital de Uganda, por 1,450 dólares.

El cartel de la película ¿Quién mató al Capitán Alex?, la primera película de acción ugandesa.

En su primer día en Kampala —una congestionada ciudad de 1.2 millones de habitantes—, Hofmanis paseó en el mercado Owino, un enorme bazar rodeado de toldos, lejos de las rutas de los turistas occidentales que se dirigen hacia el safari. Su plan era encontrar a Nabwana, pero primero necesitaba algo de tiempo para orientarse y comenzar la cacería. No tenía idea de dónde vivía Nabwana y ni si quiera estaba seguro de qué haría en caso de encontrarlo.

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De repente, entre las multitudes pudo ver a un vendedor de DVDs con una playera de RFP. Alan derribó a varias personas para poder llegar hasta el misterioso extraño quien, a su vez empezó a correr, pensando que un mzungu (el término local para referirse a un occidental blanco) a la carga sólo podía traer problemas.

Hofmanis arrinconó al hombre; ambos establecieron sus garantías (que el vendedor no estaba ofreciendo DVDs piratas y que Hofmanis no era un agente de la Interpol) y el vendedor admitió que sabía dónde vivía Nabwana. Entonces los dos subieron a un boda-boda, una mototaxi, y atravesaron el laberíntico tráfico de Kampala.

Hofmanis llegó a la casa de Nabwana, halló la puerta delantera abierta y gritó una oración concisa que había practicado durante el horrible viaje en moto: "Hola, mi nombre es Alan, soy de Nueva York y me gustaría hablar con usted". Nabwana, un hombre genial de voz suave y 38 años, lo recibió con un despreocupado apretón de manos, como si fuera otro de los muchos mzungus que pasan diario por su casa.

Y de hecho, Hofmanis descubrió que justo antes que él habían llegado dos documentalistas franceses que estaban haciendo una película sobre cine africano y que habían pasado a la casa de Hofmanis a hacerle una visita de cortesía. Mientras los cuatro hombres conversaban incómodamente de trivialidades en el estudio, Hofmanis se molestó de que los franceses usaran la frase "película indígena" para describir el trabajo de Nabwana, como si Capitán Alex fuera interesante sólo como una nota al pie antropológica y no como cine.

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Cuando los hombres se fueron, Hofmanis y Nabwana hablaron de cine. Hofmanis lo rafagueó con preguntas acerca de su equipo, su distribución, su estética y sus influencias. Se sorprendió al saber que ¿Quién mató al Capitán Alex? era sólo una de las más de veinte películas que Nabwana había hecho bajo los auspicios de su compañía productora (debido a que Nabwana no tenía un software para guardar sus películas, hace mucho había perdido la cuenta de su propia filmografía). Hofmanis se dio cuenta de que RFP, la entidad detrás de Capitán Alex, era un estudio completo.

Desde la fundación de la compañía en 2005, las películas de Nabwana han sido vistas por cientos de miles de africanos. A pesar de que la película no se encuentra disponible fuera de Uganda, el tráiler de YouTube de ¿Quién mató al Capitán Alex? ha sido visto más de dos millones de veces. Hacer películas para grandes audiencias con un presupuesto minúsculo ha forzado a Nabwana a desarrollar técnicas innovadoras. En sus diez primeras películas de acción, por ejemplo, usó sangre de vaca como efecto especial. Cambió por colorante vegetal sólo hasta que los actores se quejaron de dolores de estómago. Uno de ellos desarrolló brucelosis, una horrible enfermedad bacteriana, y estuvo delirando una semana en el hospital. Para otra película, Bad Black, Nabwana y su equipo invadieron una clínica local y decoraron el set con gasas ensangrentadas y jeringas usadas.

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Los dos hombres platicaron durante cinco horas. En cierto punto, Nabwana le habló a Hofmanis de sus planes para hacer una nueva película en la que el presidente de EU, Barack Obama, visita Uganda y es secuestrado por caníbales. El tema concuerda con el trabajo anterior de RFP, pero el proyecto es evidencia de las ambiciones de expansión de Nabwana: requeriría usar helicópteros reales, a pesar de que una hora de vuelo cuesta mucho más que todo el presupuesto de una sola película de RFP.

"¿Sabes?", dijo Hofmanis, "Coppola tuvo problemas con los helicópteros en Apocalypse Now".

Nabwana sonrió y preguntó: "¿Quién es Coppola?"

Kagolo —alias Katogo (o "Mezclado")— vestido de caníbal.

El noviembre pasado visité a Nabwana en Uganda. Wakaliga, el vecindario de Kampala en donde vive y trabaja, es atravesado por la avenida Sir Albert Cook Road, una arteria principal obstruida por minivans, camiones y boda-bodas. El olor a diesel es abrumador. En la avenida sin nombre que lleva a RFP, las emisiones de los automóviles dan paso abruptamente a los olores de un barrio pobre: humo, basura, aguas negras. Una zanja abierta corre de manera paralela al camino y se escabulle entre el vecindario hasta transformarse en arroyos de porquería líquida; algunos deben ser cruzados por medio de tablas tambaleantes.

Su terreno se encuentra en una de las secciones más bajas y más propensas a inundaciones de Wakaliga. Nabwana construyó la casa principal él mismo usando ladrillos que horneó a mano (heredó ese oficio de su abuelo). Justo afuera de la entrada trasera está una cocina abierta. Nabwana y su esposa, Harriet, comparten la alcoba con sus tres hijos, mientras que los suegros e inquilinos se hospedan en el resto de los cuartos. Los doce habitantes de la casa comparten una letrina exterior. No hay servicio de drenaje.

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Detrás de la casa hay un terreno donde construyeron un cuarto de ensayos y un estudio de grabación, cuatro habitaciones traseras para rentar y una pequeña choza que vende chatarra. Del otro lado está el basurero, "un repositorio para animales muertos, pañales manchados y deshechos biológicos", en donde una mancha verde de hojas de yuca compensa los colores dominantes del barrio: el rojo y el café. Pasando esto, a la distancia, está Mutundwe Hill, un vecindario opulento donde dicen que vive un príncipe ugandés. Este cerro siempre tiene electricidad, mientras que Wakaliga sufre apagones frecuentes; un paisaje cinematográfico en sí mismo.

Nabwana me recibió en su casa, una cabaña de ladrillo de un solo piso que es del mismo color que la tierra que le rodea. Su pulcra barba de chivo esconde una cara infantil y sus párpados pesados hacen que se vea cansado. Tras varios minutos de escucharlo hablar entendí que éste es un hombre que ha aprovechado una reserva ilimitada de confianza. Incluso su atuendo lo identifica como un incansable autopromotor. Cada mañana durante mi visita, Nabwana vistió una camisa polo azul claro con blanco de RFP. El eslogan del estudio — The Best of the Best Movies! (¡Lo mejor de las mejores películas!)— refleja perfectamente su apabullante confianza en sí mismo.

Entramos a su casa para escapar del feroz sol ecuatorial. La electricidad se había ido desde hace varios días y a mis ojos les tomó un momento adaptarse a la penumbra. Él parecía bastante optimista acerca del corte eléctrico.

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"Hay otros retos", me dijo. "Al menos la electricidad está más estable. ¡Puedes tener energía una semana completa!"

El desorden de su estudio me sorprendió. Había varios sillones rotos frente a escritorios llenos de partes de computadoras, libros, discos duros, ropa y muchos otros objetos destinados a convertirse en accesorios para sus películas. Parecía haber el espacio suficiente para su computadora Acer. Las ventanas de la casa tenían barrotes por dentro del vidrio y él siempre dormía con su cámara y su CPU bajo la cama.

"Durante el día no hay problemas. En la noche es cuando tenemos dificultades". Entre una pila de papeles cerca de la computadora pude ver un rifle de juguete aún empaquetado. A veces la gente viene a donar juguetes que luego son usados en sus películas. El estudio tiene un baúl lleno de pistolas y todo tipo de armas falsas rotas o maltratadas debido a los años de uso en escenas de acción.

"Si las hacemos más pesadas es más fácil que los actores hagan como que son de verdad", dijo Nabwana acerca de su predilección por usar armas de metal como utilería. "Es por eso que ya no usamos las de plástico. Las compramos para ver los modelos. Luego los copiamos y los modificamos". El estudio crea sus propias réplicas de metal a partir de los moldes de juguetes baratos. Nabwana simuló el tiro de un arma falsa pesada. Hacer que los actores dramaticen este gesto con artillería inferior es una tarea inútil.

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El artista de Ramon Film Productions, Henry El Bárbaro.

Nabwana creció durante el brutal régimen de Idi Amin, quien, de 1971 a 1979, ordenó la matanza de cientos de miles de ugandeses. No obstante, Nabwana, cuyo abuelo era un granjero poseedor de la tierra en donde opera RFP, logró escapar de la mayor parte de la violencia por pura suerte.

Los primeros conocimientos que Nabwana tuvo de la guerra vinieron, más bien, de los programas de televisión estadunidenses. Habiendo crecido cerca de Wakaliga, sólo podía ver Hawái Cinco-0 y La fuga de Logan en la noche, cuando la demanda de electricidad era menor y, por tanto, más confiable. Cuando era adolescente hizo varios dibujos de Chuck Norris —un actor que conocía solamente por un mural callejero— peleando con ugandeses famosos. La primera película que capturó su imaginación fue Los gansos salvajes (1978), una cinta británica de acción y aventura acerca de unos mercenarios veteranos en África Central. Pero Nabwana nunca vio la película: sus hermanos eran quienes describían la trama apasionadamente.

Después del derrocamiento de Amin en 1979, las televisoras dejaron de pasar la programación nocturna y comenzaron a cerrar el día con un discurso de Milton Obote, a quien Amin había destituido ocho años antes. El segundo gobierno de Obote se definiría por una brutal guerra civil ocasionada por Yoweri Museveni, quien dio un golpe de Estado en 1986 y sigue gobernando hasta la fecha. Aunque la familia de Nabwana se libró nuevamente de la violencia, su abuelo fue acusado de apoyar a los rebeldes y por poco se queda sin nada.

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También mira nuestro documental sobre Wakaliwood:

"Le digo", dijo Nabwana, "todos los ugandeses quieren actuar en una película de acción".Nabwana siempre se consideró un artista; su entrada al mundo del cine fue orgánica. Las privaciones que sufrió durante su adolescencia lo volvieron autosuficiente, por lo que le fue fácil dominar oficios como la soldadura y la albañilería. No tuvo epifanía alguna. Simplemente aprovechó las ventajas de su posición: la primera, que tenía talento para dirigir; la segunda, que había un mercado aún no explotado para el cine ugandés —sobre todo del cine de acción y horror— que operaba fuera del espectro del cine Nigeriano, conocido como Nollywood.

A los 33 años se inscribió en un curso de computación de seis meses. Sabiendo que sólo podía pagar un mes, fue de oyente a otras clases y devoró varios libros por su cuenta. Cuando su mes terminó, él continuó solo y buscó tutoriales en internet. Compró tarjetas madre, procesadores y fuentes de alimentación y aprendió a armar sus propias computadoras y a usar la green screen.

Nabwana pasó la mitad de sus treintas ayudando a producir videos musicales. En 2009 decidió que no podía esperar para hacer su primera película. Reunió a actores de boca en boca, encontrando que el guión mental que había preparado fue más fácil de pasar de lo que había creído. Las noticias de la producción se esparcieron rápidamente no sólo en Kampala sino también en pueblos y ciudades periféricas e, incluso, entre diferentes tribus.

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Para ¿Quién mató al Capitán Alex?, los actores proporcionaron su propio vestuario que compraban en los mercados públicos e iban pagando en abonos. Nabwana creó un espíritu de constante improvisación: usaba pintura casera para simular bebidas alcohólicas y modificó un gato hidráulico para que sirviera como tripié. Si no tenía suficiente gente para, digamos, hacer una escena de asalto, él le pondría una máscara a uno de los actores y volvería a usar a esa misma persona en otra toma. El filmar con pistolas de juguete ponía a los transeúntes bastante nerviosos, por lo que aprendió a filmar más rápido cuando se encontraba en locación. La película completa fue grabada y editada en enero de 2010.

Se supone que la violencia armada en Capitán Alex —así como en todas las películas de Nabwana— es cómica. Cualquier espectador occidental se daría cuenta de ello en minutos. Aunque ocasionalmente Nabwana hace referencia a las escenas militares que presenció durante su adolescencia, sus influencias son cinematográficas: acción occidental y artes marciales orientales.

No toda la audiencia local capta las alusiones de la era de Obote. La edad promedio en Uganda es de 15.5 años y las películas de Nabwana se dirigen a un público joven. La mayoría de los ugandeses (incluyendo a todos los actores de RFP, excepto uno) vivieron mucho después de la violencia de Idi Amin y de la guerra civil. Antes de Capitán Alex nunca se había intentado crear una película de acción ugandesa debido a los costos y no a que muchos quisieran evitar revivir viejos traumas.

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Dauda Bisaso e Isaac Nabwana revisan el montaje del tripié del estudio, el cual Bisaso construyó por sí mismo.

Cuando fui a Uganda, Nabwana y Hofmanis estaban apurándose para terminar una versión remasterizada en inglés de ¿Quién mató al Capitán Alex? que coincidiera con una campaña de lanzamiento que esperaban que les trajera el capital tan necesitado para producir el siguiente proyecto de Nabwana, Tebaatusasula: Ébola.

Sin embargo, la electricidad no había vuelto desde hacía ya una semana. Nabwana no había progresado en la edición de Capitán Alex. Las lluvias torrenciales habían convertido a las calles que llevaban a RFP en grandes albercas de agua color café, indistinguibles del cercano canal de aguas negras. Yo fui para ver un estudio de acción en pleno esplendor, pero en lugar de eso presencié una escena doméstica cliché: niños jugando, la madre regañando, el papá en el despacho.

"Cuando tenemos poder nos sentimos invencibles", me dijo Hofmanis cuando lo vi en su cuartel, uno de varios cobertizos con techo de lámina detrás de la casa Nabwana. Adentro todo estaba oscuro debido a la falta de electricidad. En la noche las ratas usan las vigas del techo como túneles y se detienen a roer la basura y a veces lanzan huesos a su cama.

Hofmanis ha perdido casi diez kilos desde su primer viaje a Uganda hace tres años. Tiene cabello de científico loco, su ropa está arrugada y parece un náufrago en una isla desierta. Algunos borrachos en la calle lo han sermoneado acerca de su descuidada apariencia. Hace mucho que sobrecargó sus tarjetas de crédito y que se acabó sus ahorros. Al momento de mi visita, él ya no tenía suficiente dinero como para comprar una Coca-Cola.

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Después de cargar su laptop en una estética cercana, me enseñó en qué había estado trabajando durante las últimas semanas: insertar una pista de lo que llaman "VJ" en la versión en inglés de ¿Quién mató al capitán Alex? Cualquier duda que llegué a tener acerca del intento cómico de la película fue erradicado por esa pista. En Uganda, "VJ" significa video jokers ("bromistas de videos"), un concepto que se originó en las salas de cine ugandesas: chozas en donde se reúnen las audiencias para ver películas y partidos de futbol frente a televisiones de buen tamaño. Muchas salas de cine cuentan con un VJ que habla con un micrófono por encima de las películas en idiomas occidentales (este micrófono es capaz de cortar el canal de audio principal). El VJ es traductor, MC, comediante, agitador y guía de turismo.

El VJ de Capitán Alex es Emmie Bbatte. Su pista interrumpe el audio de la película como si fuera el comentario de un director enloquecido. Hace exhortaciones, burlas e implora a personajes y espectadores al mismo tiempo. En las escenas lentas, Bbatte exclama: "Ya viene la acción, ¡se los prometo!" "¡Qué buena película!" "Ahora esperen lo inesperado". Cuando comienza la acción, aúlla triunfalmente: "¡Guerrero!" "¡Comando!" "¡La película ya empezó!" "¡Película! ¡Película! ¡Película!" A veces se ríe alegremente o hipa haciendo un gruñido tipo James Brown.

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A los cinco minutos, Bbatte ya empieza a mezclar los diálogos. Después bromea acerca de una reportera que coquetea con un policía. Bbatte dice, haciendo voz de policía: "Eh, me gustan los hombres". Hofmanis dijo que no sabía si quitar esa broma. En ese momento seguían en vigor las brutales leyes antigay. La otra cara también era peligrosa: fuera de Uganda, la broma podría percibirse como homofóbica. El rechazo que experimentó Capitán Alex por parte de muchos festivales estadunidenses sorprendió a Hofmanis, quien había ayudado a llenar las aplicaciones para participar en ellos. En retrospectiva, él cree que el estudio tenía que haber considerado la intensa reacción internacional en contra de la política antigay de Uganda. Tampoco ayudó que pareciera que la película promueve la violencia en África Oriental, ni tampoco el fracaso de la cinta para ajustarse a los estereotipos de las "producciones africanas sobre la pobreza".

A lo largo de mi visita me fue bastante difícil descifrar cuál era el rol exacto de Hofmanis dentro de RFP. Así como Nabwana, él también usa muchos sombreros. A veces es el claro puente hacia Occidente, otras es el protegido de Nabwana. Mientras Nabwana empieza sus oraciones con "Le estoy hablando de", Hofmanis dice "Te digo". Su rol más consistente es el de promotor, alguien tan sorprendido como divertido con el trabajo que realiza. Es difícil creer que pueda haber un fanático más apasionado de Nabwana que Hofmanis. Con tal entusiasmo, la impresión que da es una mezcla de arquetipos de aventureros occidentales: puede ser que se vista como trabajador de una ONG, pero cuando habla es un misionero.

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Hofmanis ha ido y venido entre Nueva York y Kampala seis veces en los últimos dos años. En uno de sus viajes a casa, mientras trabajaba con su laptop en una cafetería, entabló una conversación con un estudiante de la Universidad de Columbia que leía un libro sobre la historia de África. "¿Quieres ver algo de historia africana?", le preguntó Hofmanis y le enseñó el tráiler de Capitán Alex en su laptop. El estudiante vio el video y le preguntó: "¿Cómo puedes dormir?"

La implicación era que el tráiler embellecía la violencia en África. Sin embargo, mientras que las cinco naciones vecinas han tenido que soportar atrocidades, terrores y guerras, la Uganda urbana ha sido una sociedad estable y funcional desde 1986. Incluso los alborotos de Joseph Kony [dirigente de una milicia teocrática] y sus niños soldado ocurrieron en pueblos del norte y lejos de la capital. Casi todos los actores en las películas de Nabwana crecieron en una civilización segura donde la causa de los conflictos es la economía y no la violencia. Tal vez es ésta la razón por la que las películas de RFP son tan populares: el país está listo para reírse de la violencia dado que, por primera vez en su historia reciente, ésta se encuentra bastante lejos.

Henry El Bárbaro y Alan Hofmanis revisan la edición en el salón de ensayos, antes una pocilga.

Eventualmente volvió la electricidad, aunque nadie pensó que por mucho tiempo. Me senté en el porche y hablé de la distribución con Harriet, la esposa de Nabwana. Mientras que su esposo exhibe una determinación de hierro, Harriet no se muestra desconcertada por los retos que Wakalinga presenta. Siempre que la vi vestía elegantemente y estaba presta a reír de la más mínima broma (o de cualquier metida de pata). Además de criar a tres hijos y de editar material lo más que pueda, Harriet se encarga de las finanzas.

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Como sucede con todos los demás aspectos de la realización de las películas, la distribución de RFP es casera y completamente original. Ningún cine ha exhibido sus producciones. En lugar de eso, son los actores los que se encargan de la distribución: venden los DVDs en las calles y comparten las ganancias con el estudio. Cada película cuesta entre dos mil y tres mil chelines (entre 10.50 y 15 pesos), dependiendo de en dónde y a quién se las vendan. El margen de ganancias es de unos 2.24 pesos (15 centavos de dólar) por disco.

Si una película logra vender diez mil copias, como la mayoría logra hacer, entonces el estudio obtiene una ganancia total de 1,500 dólares. Rescue Team, lanzada en 2011, vendió ocho mil copias en el primer mes y ¿Quién mató al Capitán Alex? ha vendido diez mil discos hasta el momento (en realidad ha vendido cien mil, pero en pirata). Sin embargo, el rendimiento tiene que cubrir las pérdidas que ocurren cuando se hacen más discos de los que se venden, además de los costos de grabación. Nabwana ha deseado durante mucho tiempo poder comprar reproductores de DVD portátiles para que cada vendedor pueda mostrarles a los clientes potenciales lo que estarían comprando, pero aún no hay el dinero para ello.

El estudio también cubre los viáticos de los vendedores que se van "al interior", lo que significa que se van al este o al oeste, pero nunca al norte (los ugandeses del norte hablan suajili y los actores de Nabwana, luganda). Los vendedores que se van al interior usualmente viajan durante más o menos una semana y ofrecen sus discos "de hombre a hombre" (según el término de Nabwana) y envían la comisión de RFP usando Mobile Money, un servicio monetario digital. Harriet lleva el registro del inventario y quema más discos cuando es necesario.

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Debido a la piratería, "un desenfrenado problema en Uganda", las nuevas películas de RFP tienen sólo una semana para venderse ya que después de ese tiempo los clientes pueden comprar una copia más barata que la original; por tanto, las ventas se congelan. Algunos piratas simplemente venden discos en blanco con portadas RFP. Hace unos meses salieron a la venta copias de películas occidentales y nigerianas que se venden al precio de quinientos chelines. Esto fue un misterio, ya que los DVDs vírgenes cuestan ochocientos chelines y la economía de escala no ofrece descuentos a los piratas, por lo que éstos deben pagar con su propio capital y obtienen márgenes de ganancia muy bajos; esto es algo que también les pasa a los vendedores de alimentos en Uganda. Eventualmente el estudio creó una teoría propia: que los empleados de ONGs trabajaban junto con los piratas y les pagaban a éstos para incluir pequeños anuncios para crear conciencia del sida.

Algunos mercados fueron difíciles de corromper. En Tororo, un pueblo en la parte oriental más lejana del país, los suajili se horrorizaron frente a la idea de pagar setenta centavos de dólar por una película en luganda. En otro pueblo oriental, los indignados residentes corrieron a los vendedores de RFP del pueblo, pues no habían tenido electricidad desde hacía más de un mes.

En los días siguientes, aunque la electricidad había vuelto, las tormentas imposibilitaron la grabación. Muchos actores y miembros del staff venían desde muy lejos y el transporte era imposible cuando llovía. En realidad esto no desencadenó una crisis, ya que Nabwana estaba enfocado en ese momento en tareas alrededor de la nueva película, por lo que las escenas que pensaba grabar eran más bien promocionales y no parte de un proyecto en marcha. Me senté en su estudio mientras él miraba atentamente su monitor tratando de añadir, por medio de imágenes generadas a computadora, los toques finales a la explosión del parabrisas de un coche.

El parabrisas roto era un pequeño detalle de una nueva cortinilla de las producciones de RFP; se trataba de una mini película en sí misma. En la secuencia, un helicóptero deja caer a varios comandos ugandeses en el Times Square de Nueva York y luego lanza un misil que mágicamente destruye el restaurante Katz's Delicatessen en el este de Houston, a 4.8 kilómetros de allí. Hofmanis me dijo que ésta era una de las pocas fotos de alta resolución que pudo encontrar de Manhattan que no incluyeran puntos de ataques terroristas (era también, yo creo, una despedida adecuada de su antigua vida en la calle Ludlow, NY).

La secuencia del helicóptero es comedia pura, pero la destrucción del Delicatessen parece mucho más plausible. Muchos de los efectos especiales de Nabwana, particularmente las explosiones, no son peores que los de las películas producidas por el canal SyFy. Sorprendidos de que un cineasta ugandés pueda producir tales imágenes, Nabwana ha recibido llamadas en las que lo acusan de ser brujo.

Nabwana volvió a la secuencia inicial del helicóptero y de repente un niño entró al cuarto quejándose y esperó hasta tener la completa atención de su padre para empezar a llorar. Él está acostumbrado a trabajar entre distracciones. Su estudio no tiene puerta y el frente de la casa permanece abierto durante todo el día. Una vez entró una gallina y puso huevos en su silla. Él parece tomar esas interrupciones como diversiones. "Editar a veces es algo monótono", dijo con una pequeña risa.

Hawa, una actriz de RFP, y Bulya, un conductor de mototaxi que tiene la reputación de estar "completamente loco".

A lo largo de los siguientes días parecía que Hofmanis comenzaba a envejecer más rápido, pues se la pasaba trabajando toda la noche para poder ajustar las múltiples pistas de audio a Capitán Alex y luchaba contra cada problema que surgía. ¿La pista debería comenzar de golpe o debía ir apareciendo poco a poco? ¿Las fuentes de la introducción eran las adecuadas? Hofmanis ni siquiera estaba seguro de si debía aparecer en los créditos por la labor que realizó, además, no quería terminar con la reputación de una película totalmente ugandesa.

La fecha límite autoimpuesta para la ambiciosa campaña que querían arrancar era hasta dentro de dos semanas, pero con la electricidad tan intermitente, cumplir con el plazo parecía cada vez más improbable. En uno de sus descansos discutimos los retos que el estudio enfrentaría si la campaña resultaba exitosa. Si Nabwana lograba recibir los apoyos necesarios, ¿cómo respondería frente a las fechas de entrega, o a las notas de estudio, o al ya no tener completa libertad creativa? Sus películas estaban hechas para la audiencia ugandesa, gente que quiere ver su propia vida en una pantalla. ¿Cómo podrían traducirse sus películas para audiencias extranjeras?

Y, sin importar el resultado, la campaña aumentaría dramáticamente las apuestas de la operación. Los fondos del estudio se volverían públicos. Los rumores en los barrios bajos añadirán ceros a las cifras. Nabwana y su familia podrían convertirse en blancos políticos. En su situación actual, el crimen no es un problema mayor, pero si el estudio consiguiera un gran financiamiento —y comprara un pequeño terreno fuera de Wakaliga para construir sus propias instalaciones— ¿cómo se encargarían de la seguridad?

Además hay muchas otras eventualidades que ponen a pensar. Nabwana tiene 42 años y la esperanza de vida de Uganda es de 58 años. Parece que tiene buena salud; además, su abuela (a quien dedicó Capitán Alex) sigue siendo bastante fuerte a sus noventa y tantos años. Pero en un lugar en donde los hombres de cincuenta años no se hacen exámenes de próstata, chequeos de colesterol, ni reciben atención dental, no es realista esperar muchas más décadas de rendimiento. ¿Podría alguien quedar a cargo de RFP cuando Nabwana se retire? A pesar de que Hofmanis cree que su rol como curador será duradero, él nunca será director de una sola película ugandesa. Aun cuando haya aprendido luganda, siempre será un mzungu, un forastero. Hofmanis volvió la mirada al trabajo que estaba haciendo. Esta carga de trabajo es horrible", dijo riendo.

El domingo llegó con cielo azul y equipos cargados, y yo fui llamado al estudio para ser parte de una escena de muerte de un video promocional. Yo protesté como alguien que no está seguro de hacer algo que secretamente quiere hacer. La green screen era un enorme pliego lavable de fieltro verde, clavado a un lado de la casa de los Nabwana y desenrollado hacia abajo por encima de dos alfombras pequeñas para amortiguar las caídas. Los niños locales parecían no escuchar el alboroto. Phillo, un niño de seis años, se echó una marometa y dejó varias pisadas enlodadas en la impecable tela verde. Cinco minutos después se dio cuenta de las manchas y regañó a sus compañeros de juego. Los truenos retumbaban, pero la lluvia nunca llegó. Yo estaba a punto de morir.

Llegada la hora, intenté fallecer con algo de gracia. Ahora me tocaba asesinar. Yo era el único preocupado de cómo se vería un despiadado estadunidense matando a un negro desarmado. Me pasaron a "María" —una torreta ametralladora que funcionaba a base de gas y que estaba basada en la que sale en Depredador— y aniquilé a mi amigo Apollo (con quien luego me disculpé, incómodamente, por haberlo matado).

Necesitaban una muerte más, esta vez con un buscapiés, un artefacto explosivo miniatura usado para simular disparos de arma. Nabwana es un conocido de la Cruz Roja local, de donde recolecta condones gratuitos (por lo que le agradecen que promueva el sexo seguro entre los barrios más pobres). Estos condones los llena con pintura vegetal roja, los ata a un hilo de pescar y los coloca en el pecho de los actores para las escenas de muerte.

Nabwana gritó: "¡Acción!" Me dispararon, jalaron del hilo y mi camiseta vio estallar un líquido brilloso y pegajoso. Todos se rieron y aplaudieron y alguien sugirió que probablemente no debería tener una camiseta manchada de sangre en mi equipaje.