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Cultură

‘Abran espacios propios, no sigan la inercia de la industria editorial’, una entrevista inédita a Sergio Loo

En 2010 hablé con él sobre su trabajo como escritor y librero.

El 8 de julio del 2010, Sergio Loo participó en el ciclo Visitando a los lectores, organizado por Instituto Nacional de Bellas Artes, en la Sociedad Dante Alighieri, A.C. ubicada en la calle de Marsella en la col. Juárez. Ahí habló sobre sus libros (hasta ese momento sólo dos) y su proceso creativo. Para entonces ya le habían detectado un tumor en su pierna y había tenido una operación. Intento recordar si aquella vez llevaba muletas o no, pero mi memoria me falla. Lo que sí recuerdo es que aquel día acordamos algo. Lo entrevistaría para un medio italiano. Yo haría las preguntas, el respondería y alguien más traduciría todo. Lo hicimos a través de Facebook. “Ya, pregúntame algo”, me escribió. Éramos amigos y aquello parecía extraño. En realidad era muy gracioso y pasamos un buen rato riendo de la situación. “Pero cómo qué”. Nada de esa previa y graciosa conversación, quizá la mejor parte, se registró. Lo único que  he podido encontrar es la entrevista. Esta versión  que le mandé por correo, que él corrigió y que ya jamás supe si se tradujo y si salió publicada o si cambió respuestas.

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Meses después de esta conversación Sergio se fue a Barcelona becadopara estudiar por un año en la Universitat Pomepeu Fabra. Allá lo visité en diciembre de ese año 2010. Me dio su dirección —Diputació 87 principal primera, barrio eixample, justo a dos cuadras del metro Rocafort— y su número de celular 654831497. Llegué de Madrid en autobús, sin conocer. Pregunté dónde estaba el metro Rocafort, dónde estaba la calle Diputació y me perdí un buen rato. Hasta que por fin di con la calle y el edificio. Pero Sergio no respondía su teléfono. Un euro, dos euros, tres euros… le llamaba desde un teléfono público que no tenía piedad de mí, ni de mi bolsillo. Entonces contestó. “Perdón, estaba dormido. Ayer me desvelé”. Era 31 de diciembre. Lo primero que hicimos, entonces, fue comprar cinco botellas de vino para llevarlas a la casa donde recibiríamos el año nuevo. Llegamos sólo con una. En su casa nos tomamos cuatro, escuchando música de la Maldita vecindad y Café Tacuba. “Ya estoy harto. Quiero escuchar música mexicana”, me había dicho. Los siguientes días me hizo un recorrido por las zonas turísticas, por los barrios duros, por las librerías y los bares. De todo aquello tampoco quedó mucho. Quizá unas fotografías que estoy buscando y no encuentro. Así es el tiempo.

Sergio Loo volvió a la Ciudad de México en 2011. Murió el 28 de enero de 2014. Encontrar esta entrevista, que yo recuerdo más como un juego, ha sido como volver a conversar con él. Por eso aquí se las comparto.

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Jonathan Minila: Sergio, desde luego conozco tu trabajo como poeta, como cuentista, como librero; tu acercamiento a la literatura desde diferente perspectivas. Pero dime, ¿cómo fue tu acercamiento a la literatura?
Sergio Loo:Recuerdo que cuando niño leía cuentos, versiones ilustradas o comic de cuentos clásicos. En la secundaria tuve la suerte de tener a una maestra que nos puso a leer a Cortázar. Ahí empezó todo.

¿Cuándo comienzas a escribir?
Hasta hace unos años empecé a escribir cuentos sueltos. No sé… la verdad fue bastante inconsciente. De repente ya estaba buscando dónde publicar y luego aquí me tienes.

Comienzas a escribir cuentos… luego saltas a la poesía. A ti ahora se te conoce más por tu trabajo como poeta que como narrador. ¿Qué te lleva a escribir poesía a pesar de todos los estigmas que tiene?
Pensé que escribiendo algunos poemas lograría una mejor prosa. Me gusta la prosa llena de imágenes, que tiene cadencia. Recuerdo mucho la prosa de Francisco Tario, por ejemplo. Traté entonces de hacer algunos ejercicios, encontrando posibilidades que en narrativa difícilmente se logran, como el uso de los espacios o la economía de las palabras. También leyendo encontré libros de poesía que definitivamente no eran ni aburridas ni románticas. Eso me animó.

Eso precisamente es lo que, a mi gusto, distingue mucho a tu poesía. Por un lado la forma en que experimentas con las estructuras, con la puntación, pero también por otro lado que jamás dejas de contar algo. El mismo título de tu más reciente libro Tus brazos labios por mi boca rodando [Tierra Adentro] me parece que cuenta mucho.
En ese libro hay una historia, personajes, acciones concretas. La muerte de un ser querido me llevó a escribirlo, así que puedes leerlo como testimonio o como una especie de noveleta.

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Así me lo ha parecido. Hay una línea que une los poemas y los impregna de una historia que vamos descifrando. Pueden leerse los poemas por sí solos, pero también en su conjunto. Me gustaría conocer la forma en que trabajaste este libro.
Fue algo desordenado. Después de su muerte pasaron meses para que empezara a escribir. Anotaciones, frases. La verdad no fue premeditado el tono. Fue una catarsis. Así que salieron a flote cosas íntimas.

¿Cómo fue su proceso de publicación?
Coincidió con el cambio de equipo de la editorial Tierra Adentro. Rodrigo Castillo, jefe de redacción, comenzó a invitar a todos lo que pudo a enviar libros para dictamen. No lo pensé dos veces. Si lo entregué en junio para noviembre yo ya tenía mi ejemplar en las manos. Fue algo muy rápido.

Sobre el estilo del libro, que parece ser tipo “noveleta poética”. ¿Es algo que se está haciendo mucho en la poesía actualmente?
Conozco pocos libros que estén haciendo eso. Muerte en la Rua Augusta, de Tedi López Mills; creo que hay uno de Volpi; el de Hinojosa; Mamá es una nave [de Karen Plata], quizá, pero no son tantos. Hay libros, bastantes, que no van con la idea solemne de la oratoria. Lo que hace falta en todo caso es su difusión.

¿Con tu libro te has enfrentado con problemas de difusión y distribución?
No, al contrario, he tenido muy buena respuesta. Me han llegado comentarios de lectores de varias partes del país.

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Y sin embargo, lo que también nos lleva a tu faceta de librero, ¿crees que aún existen muchas problemas con la distribución y la posibilidad de entrar a las grandes librerías?
Sí, las librerías grandes no arriesgan nada. Si no es una venta segura e inmediata no aceptan los libros para su venta, no son capaces de ver a mediano plazo ni crear nichos redituables.

Por un lado se hacen campañas de promoción de la lectura y por otro nadie saben qué leer. Hay muchos libros que no llega a las manos de los lectores. Sobre esta perspectiva, ¿qué tanta oportunidad se tiene entonces para publicar en México?
Buena parte de las editoriales tampoco arriesgan, y las que lo hacen no suelen tener buena distribución… es algo complicado.

¿Cuál crees que podría ser el camino para escritores noveles que desean publicar?
Abrir espacios propios, no seguir la inercia de la industria editorial.

En poesía se hacen varias cosas: ciclos de lecturas, presentaciones… Muchas organizadas por jóvenes poetas independientes.  ¿Tú participas también en este tipo de eventos?
Sí, como público o como lector. Uno se topa con perspectivas nuevas, otras que parece que salieron de la risa. En todo caso hacen que uno tome posturas, aplicaciones concretas en el trabajo

La entrevista concluye ahí, así, sin punto final. No sé si hay otra parte, en otro archivo, o si hay una versión última. No importa. A mí así como está me dice algo, me dice que aún estamos conversando.  

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