FYI.

This story is over 5 years old.

Cultură

Absoluto placer

Varias situaciones extremadamente placenteras.

Hace poco escribí este artículo proponiendo varias situaciones que consideraba de dolor extremo. Como en la vida no todo es muerte, destrucción, tristeza y pobreza —pero sí gran parte de ella—, he decidido contrarrestar los sentimientos negativos y compilar unas situaciones, esta vez, de absoluto placer. Son las cosas más agradables del mundo, la perfección extrema, el Olimpo de los dioses en la tierra.

Publicidad

Meter la mano en una bolsa llena de garbanzos secos, como en esa preciosa película de Jean-Pierre Jeunet. Joder tíos, es broma. La cosa no va por ahí. Vamos a ver, la primera experiencia de placer absoluto que os propongo consiste en estar un viernes por la tarde comiendo pizza de pepperoni y bebiendo cerveza con tus colegas (en fin, calentando los motores para la noche) y que de repente te llamen al móvil. Lo coges extrañado porque no conoces el número y resulta que es el Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas. Primero te cagas encima y te vienen a la cabeza todas esas facturas que hiciste a tu nombre para cobrarte unos fanzines y unas portadas de discos que hiciste sin ni siquiera estar dado de alta de autónomo pero luego descubres que la cosa va por otros lares. Resulta que te dicen que por un error “técnico” cobrarás 5.000 € al mes durante el resto de tu vida  (y si vives con un gato él también los cobrará; si tienes una parienta lo mismo y cuando tengas hijos cada uno de ellos también cobrarán esta cantidad a partir de los dos años anteriores a su nacimiento —de algún modo ellos saben cuándo vas a tener un hijo—). Muy convencidos te dicen que no pasa nada, que ya está bien, que ha sido una movida de burocracia pero que así se queda, que deshacer todo este “embrollo” (el tipo con el que hablas se comunica con estos sustantivos) es un “lío”, una “movida muy compleja, cosas de datos y de códigos“. Cuelgas el teléfono y sigues comiendo pizza de pepperoni y bebiendo cervezas pero esta vez con una ligera diferencia y es que les dices a tus colegas “tíos, esta jodida noche invito yo” (y te das cuenta de que es la primera vez en tu vida que dices algo parecido y por Dios que no será precisamente la última).

Publicidad

Un día te levantas y todas las cicatrices que tenías en tu cuerpo han desaparecido. Todas esas marcas que habías ido acumulando a lo largo de noches de borrachera se desvanecen. Y no solo eso, tu cerebro vuelve a estar en perfecto estado, como si nunca hubieras bebido ni una sola gota o no te hubieras sobrepasado con todo tipo de drogas. Tu cuerpo es el de un bebé recién nacido, como si nunca hubieras comida una sola hamburguesa del McDonalds o nunca te hubieran operado de apendicitis. Pues eso, resulta que te levantas reseteado. Eres como un cristiano renacido con la única diferencia de que ahora tu trabajo consistirá en empezar a destrozar tu cuerpo de nuevo. Es una maravillosa segunda oportunidad, un viaje extra en el Dragon Khan de la vida, como las transfusiones de sangre de Keith Richards.

De repente el mundo se unifica en una sola textura. Todo, absolutamente todo (desde las llaves de tu casa o una manzana hasta las nalgas de una mujer) pasan a tener la textura algodonada y peludita de la crin de un unicornio de 4 meses. El mundo entero, todo lo que existe, se convierte en algo seguro, ahora es totalmente imposible darse un golpe con un canto o morir apuñalado. Incluso los pensamientos de las personas alcanzan a tener esta textura celestial. Ahora mismo NADA es peligroso, no hay forma de morir, no existen los accidentes, el horror se desvanece de la faz de la tierra y lo sabes. Miras a tu alrededor y solo ves una enorme orgía de bondad.

¿Habéis visto esa peli llamada Abyss, de James Cameron? ¿Recordáis esa escena del líquido que se puede “respirar”? Bien. Esa es la sensación. Que un líquido denso y calentito se te meta por dentro, por todo tu cuerpo. Dentro de tus orejas, de tu boca, de tus pulmones, de tu cerebro, de tus venas, de tus pelotas o lo que sea que tengas ahí debajo. Ser totalmente penetrado e invadido por esa sustancia. En el fondo toda persona humana —hombres y mujeres, sin diferenciar— quiere ser penetrada por todos los agujeros y poros posibles, ser invadido, convertirse en una rendija por el que “algo” pueda pasar a través sin problema, sin ningún tipo de resistencia. Desmaterializar lo corpóreo, convertirse en algo que se acerque a la nada, un estado pleno de conciencia. Notar que cada parte de ti está separada, aislada por una especie de miel, que la materia del interior o exterior de tu cuerpo no esté en contacto con ninguna otra, nada está tangente con nada. Eres como un colador al que una ola gigante acaba de atravesar. Solo entonces comprenderás que la existencia es algo más que trabajar, cobrar y comprar comida, discos y zapatos.

Correrte a ti mismo. Eyacular tanto que uno mismo sale por la punta de su propia polla. Eso es placer y todo lo demás son tonterías. Eso es placer y todo lo demás son tonterías. Eso es placer y todo lo demás son tonterías. Eso es placer y todo lo demás son tonterías. Eso es placer y todo lo demás son tonterías. Eso es placer y todo lo demás son tonterías. Eso es placer y todo lo demás son tonterías…………………………………..