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La pura puntita

Esto no es una salida. In memoriam, Rafa Saavedra

Aunque el primer libro de cuentos del escritor Rafa Saavedra ya tiene un rato que fue reeditado por Nitro Press, no les vamos a negar un traguito para empezar el lunes.

Nos enteramos del fallecimiento del escritor Rafa Saavedra, el cual lamentamos profundamente. En algún momento publicamos un fragmento del libro Esto no es una salida. Postcards de ocio y odio, del autor tijuanense, nacido en 1967 y sin duda una figura fundamental dentro del panorama literario reciente de México. Aquí lo traemos de nuevo para recordarlo. Hasta pronto, Rafa. -Editores

Aún bebo solo

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“Lo siento”, fue lo único que evité decirle. Vino hacia mí, muerta de miedo y con el corazón en la mano, pero ¿por qué tuve que ser yo? Hacía unos meses que no la veía, yo viajaba a cada rato y ella, mientras tanto, se entretenía coleccionando chicos de veinte años. “Es que son tan lindos”, me decía. Yo intentaba comprender esa extraña afición. Sin embargo, la muy puerca empezó a contarme cuántas veces se la había mamado a un tal René, si le metían el puño o no sé qué cosas en el culo; harto de su falta de estilo, la mandé al demonio por puta.

            No soy celoso. Es más, nunca lo he sido. Soy tan desapasionado con las cosas que quiero, que no me importa si las pierdo o las conservo. Por ejemplo, mi primer novia era una idiota que quiso darme celos acostándose con mi mejor amigo. Discutiendo, tanto él como yo coincidimos en que era muy mojigata en la cama; después, bebiendo una botella de Scotch que le birlé a my old man, nos reímos de ella al recordar el tamaño desigual de sus tetitas y cómo insistía en que usáramos condoms.

            Esto era más difícil, estaba bebiendo y estaba en este bar tan tiki, atormentado a mis 23 años, con un título universitario desechable y un brillante porvenir (al menos eso fue lo que me dijeron en una ridícula ceremonia de fin de cursos). Me gradúe con honores y ¿para qué? Yo nunca mencioné en ningún lugar o papel que deseaba sólo triunfos y días felices, pero esto, chingados, ya es un abuso.

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            ¿Que ya no hay tiempo? Eso lo sé, pero no me importa. Al final, la vida es un momento trágico que no me interesa (mal)vivir. ¿Decepcionado? I don’t know. A veces pienso que sí, pero para qué repetir lo mismo que han dicho otros: esto es una putada y el mundo una mierda. Aquí cabe la pregunta: ¿pero de quién?

            Fui al baño a mear el octavo especial. Al regresar, Paul, mi mejor amigo, me dijo: “Pinche cara que traes. ¿Qué onda contigo, vatillo? Yo también tengo problemas y no me ahogo en ellos”. Endemoniado repliqué con un “¿De qué hablas, pendejo, quién tiene problemas?”. Él se quedó callado, lo que aproveché para propinarle una merecida descarga: “Mira, Paul, a mí no importa si te drogas, si te inyectas, si revientas. Tan sólo deja de joder con esa cantaleta de ‘¡Uy, sí, yo te comprendo!’”. Se levantó de su silla, tembloroso apuró el último trago de su whisky; casi llorando, lo juro, espetó un “¿Por qué eres así de mamón conmigo?”.

            I hate all the drunkies, really.

            Un instante después, lo vi salir tambaleante del bar. Cuando apuré el primer trago

del siguiente especial, me di cuenta que estaba bebiendo solo.

            Eso me gustaba, sí que me gustaba.

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