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El puente

Una tarde en el Kentucky, cuna de la Margarita

En 1942 llegó una hermosa joven al Kentucky Bar. El mesero, otro joven apodado Charly, se enamoró de ella y le ofreció varias bebidas. Sin embargo, ella no bebía alcohol. Charly se apresuró a crear una bebida alcohólica fácil de digerir.

El Kentucky Bar abrió sus puertas en 1920. La barra de licores es un gigantesco trozo de madera y espejos que llegó a Ciudad Juárez desde Chicago, al final de la primera guerra mundial y aún conserva un sticker con las banderas de los aliados. Detrás de esa barra han pasado cientos de meseros, entre ellos el creador de la famosa margarita.

El encargado del bar me cuenta la siguiente leyenda: en 1942 llegó una hermosa joven al Kentucky. El mesero, otro joven apodado Charly, se enamoró de ella y le ofreció varias bebidas. Sin embargo, ella no bebía alcohol. Charly se apresuró a crear una bebida alcohólica fácil de digerir. Mezcló jugo de naranja y limón, añadió algo de tequila y lo pasó por los hielos. Al final ella sólo pidió que bordeara el vaso con sal. De su relación ya no se supo nada. Nos quedamos con la duda de si Charly tuvo suerte esa noche o no.

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El Kentucky Bar está a unos pasos del puente internacional Santa Fe, que conecta a Ciudad Juárez con El Paso, Texas. Por su ubicación y por sus famosas margaritas, muchos famosos han visitado este bar, y leyendas sobre algunos de ellos se repiten a menudo, como cuando Elvis Presley cruzó la frontera después de un concierto en El Paso; o Bob Dylan, quien dicen se encariñó con una prostituta y se refugió en el Kentucky tras un terrible desamor y una gripa infernal. Jim Morrison intentó bailar sobre la vieja barra de madera, e incluso cuentan que Johnny Cash pidió unos tragos antes de intentar cruzar pastillas de contrabando hacia Texas.

Hasta los años setenta el Kentucky se mantuvo afluente de personalidades y miembros del ejército de Estados Unidos. Luego comenzó un lento pero duro descenso al inframundo, donde sólo habitan adictos, ancianos que pagan a prostitutas para platicarles de su vida y políticos.

Pero en este último año, conforme la violencia relacionada al narcotráfico ha ido descendiendo, los planes para reanimar al Kentucky se han puesto en marcha. Los gringos han comenzado a cruzar la frontera por unos minutos para visitar el viejo Kentucky, los periódicos y revistas del mundo están reescribiendo su historia y los políticos se han alejado, aunque momentáneamente.

A Beto, el mesero más viejo del Kentucky, le falta un ojo. No me quiere contar cómo lo perdió, pero en su lugar me cuenta cómo preparar una margarita. En un vaso mezclador se sirve jugo de naranja, jugo de limón, tequila tradicional y hielos. Luego el vaso whiskero se escarcha con sal y se sirve fría y sin hielos. Así de simple.

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Este texto lo comencé a escribir a las tres de la tarde en un viernes dentro del Kentucky Bar. Para cuando lo termino ya son las ocho de la noche y el sol aún pega duro en Ciudad Juárez. Me he bebido dos margaritas, un martini seco y dos cervezas laguer. El bar ha pasado de ser sólo para mí, a albergar a una multitud de gringos, ancianos, universitarios y mujeres guapas.

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Los primeros atardeceres del incendio

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